Autor(es): Patricia León Pinedo
“Cada uno de nosotros es como una película. Todos tenemos una historia y nadie la ha visto completa”.
Wendy Ramos
“La vida es como montar en bicicleta. Para mantener el balance hay que seguir pedaleando”.
Albert Einstein
Año : 2001
Género : Drama
Directores: Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne.
Reparto : Cécile De France (Samantha), Jérémie Renier (Padre de Cyril), Thomas Doret (Cyril).
Premios : Premios del festival de Cannes: Gran premio, Premio del cine europeo al mejor
guionista europeo.
País : Bélgica-Francia-Italia
Cyril ha sido abandonado por su padre, no se sabe nada de la madre y la abuela que lo cuidaba falleció recientemente. Lo ha perdido todo. Por azar aparece en su vida Samantha, una peluquera que, según dice ella misma, sin saber por qué se acerca con empatía y cariño hacia Cyril y entra poco a poco y cada vez más en su vida, cambiando así, la vida de ambos.
Ambas historias, la del abandono y el amor, se van desarrollando y entrelazando, Cyril va lidiando con este drama, pero también abriéndose a la posibilidad de construir una nueva vida. Es una historia en paralelo entre la ausencia, el rechazo y abandono del padre y el encuentro, la acogida, el amor y el compromiso de Samantha hacia este niño.
Diría que es una película escrita desde el punto de vista del niño, desde sus sentimientos, deseos y necesidades. Casi no tenemos datos de historia ni de Samantha ni de Cyril, no se trata de plantearnos hipótesis, ni históricas ni psicológicas si no que, las tomas, los colores, los escenarios, la música y los gestos nos llevan a sentir y vivir con sus personajes “en el aquí y ahora”. Desconocemos tanto las motivaciones por las que Cyril es rechazado y abandonado, como aquello que lleva a Samantha a amarlo y a adoptarlo.
¿Cómo un niño que lo ha perdido todo puede sobrevivir psíquicamente? ¿Qué lo sostiene? ¿Cómo pasará de una sobrevivencia (pedalear desesperadamente su bicicleta) a un vivir (pasear en bicicleta acompañado) desde un punto de vista psíquico?.
Cyril cuenta con una fuerza vital que se despliega y está activa en la búsqueda de objetos ya sea imaginarios, reales, internos o externos. En distintas escenas lo vemos –siempre usando una camiseta de color rojo intenso, vital- pedaleando: su cuerpo, su mente, sus afectos todos concentrados con energía, movimiento y fuerza, desplazándose con este vehículo hacia adelante, yendo de un lado a otro. El es el motor de su vehículo. Lo único que le queda de su vida anterior es su bicicleta y se aferrará a ella y la defenderá con coraje cada vez que intenten arrebatársela. Por momentos pareciera que la bicicleta y él fueran uno solo. El movimiento continuo quizás le sirve de auto sostenimiento (En consulta observamos niños que despliegan una hiperactividad como defensa ante la depresión). Hay una necesidad de sobrevivir: Pedalea para no caer, ¿en qué hoyo profundo caería un niño deprivado de su familia entera, en qué vacío, en qué honda desesperanza?.
Inviste a su padre con cualidades que se ajustan más a sus necesidades que a las características reales del primero. Se aferra a la historia que inventa sobre su padre, lo único que le queda en la vida, “mi papá jamás vendería mi bicicleta…quiere verme…no es que no quiera tenerme, es que no puede”. Se aferra a la esperanza de volver a reunirse con él, lo busca sin descanso, tercamente, rebelándose a los cuidadores y a su destino. Nuevamente es un acto de sobrevivencia psíquica. Nuestra mente crea realidades que se ajustan a nuestras necesidades: la negación, la idealización y otras defensas nos pueden ayudar a soportar por un tiempo, lo insoportable.
Sabemos que cuando existe algún trauma o carencia importante en los niños y niñas, es tal su nivel de dependencia que la presencia de un sustituto o de otro adulto cuidador es fundamental. Pero no sólo la presencia del objeto, si no fundamentalmente la función que este objeto realiza. Sin duda la presencia de Samantha ayudará a Cyril de manera decisiva. Lo hace por un lado, ayudándolo a enfrentar el trauma y por otro, ofreciéndole un nuevo hogar con un vínculo afectivo diferente.
Pareciera que Samantha intuye la necesidad de Cyril de buscar a su padre y saber directamente desde él qué le espera. Aunque muy doloroso, ella facilita el encuentro entre ambos. Saber la verdad ayudará a procesar y elaborar el trauma. Samantha no niega ni evade el dolor de Cyril (como lo hacen los cuidadores del Hogar de Acogida “tu papá no está…ve a jugar”), tampoco lo sobreprotege (“No te ilusiones, él no ha dicho que desea verte sólo que está de acuerdo en reunirse contigo”). Ella no puede evitarle el dolor, pero se ofrece como un otro que le enseña qué hacer con él: reconocerlo, nombrarlo, enfrentarlo, compartirlo. Cyrulnik nos dirá: “la dotación de contenido histórico a la propia peripecia salva al niño de lo impensable ya que le confiere un pasado pensado”.
Hay momentos críticos en los que la intervención empática, comprensiva y sostenedora de Samantha es decisiva, llevando a que Cyril retome su deseo y vitalidad.
Cyril, luego de no ubicar a su padre (ni telefónicamente ni en su antiguo hogar) se tumba en la cama, sin querer levantarse de allí, decaído, probablemente sintiendo que no hay un objeto interno bueno que lo sostenga. “Si él se hubiera ido me hubiese dejado mi bicicleta” (su padre se fue y su mundo interno se siente vacío). Samantha, que no conocía a este niño, (sólo lo había visto casualmente y escuchó que buscaba la bicicleta que su padre le había dado), inesperadamente lo busca y aparece en el Hogar de Acogida luego de haberse dado el trabajo de buscar y encontrar su bicicleta para entregársela. Inmediatamente Cyril se pone de pie, se anima y se echa a andar en ella, mostrando además que la domina con destreza, toma posesión de su objeto y la vida regresa a él. Samantha ha captado sin que hubiese un pedido explícito del niño, una necesidad muy profunda. ¿Qué representará la bicicleta para Cyril? ¿Es su historia, es su padre, es la esperanza, es la historia con su padre, es la vida, es la lucha, es el futuro, es su objeto transicional? ¿Es de lo que se sostiene para seguir vivo, lo que lo aferra a la vida?.
Luego, cuando se entera que el padre sí ha vendido su bicicleta, algo que consideraba imposible – su padre se ha despojado de algo que los unía, se ha desprendido de su hijo-, Cyril regresiona. Samantha está atendiendo un cliente en la peluquería y él ha abierto el caño del lavadero y parado cabizbajo, ido, ve correr una y otra vez el agua tocándola con los dedos de la mano. Ante la ausencia interna de un buen objeto toma al agua como objeto, se adhiere a lo sensorial, como una identificación adhesiva, como lo hacen los niños con autismo. Allí Samantha sale a su encuentro, se preocupa por él y lo invita a hablar “¿Qué pasa, dime?, no soy adivina Cyril”. El le dice que quiere ver a quien le vendió a ella su bicicleta y ella le da el número telefónico para que lo ubique. Ella está atenta, disponible y dispuesta a escucharlo, comprenderlo y respetar su necesidad de buscar al padre.
Más adelante, vemos esta misma dinámica. Cuando el padre le dice que se vaya, Cyril –que está en el auto al lado de Samantha- empieza a arañarse el rostro y a golpearse contra la ventana. Nuevamente hay un desgarro en su objeto interno y se toma a él mismo como objeto (¿o en ese momento es Cyril el objeto-paterno?), como uno en el que descarga su dolor, desesperación, rabia e impotencia. Samantha lo contiene, lo abraza cariñosamente, lo acompaña, sufre con él y lo acoge en silencio.
En estas escenas, es como si Cyril cayera de su bicicleta y Samantha saliera a su encuentro ayudándolo como un yo-auxiliar a enfrentar este trauma y a retomar su vitalidad y su capacidad de investir, de seguir pedaleando.
Sabemos que la experiencia traumática del abandono sería devastadora si el niño no contara con buenas figuras paternas (madre o padre) sustitutas que lo acogieran y amasen. Samantha espontáneamente interviene proporcionándole un nuevo ambiente familiar, creando un vínculo cargado de cariño, aceptación, respeto, cuidado, protección, educación y compromiso.
En realidad, ambos alimentan este vínculo. Cyril es un niño activo en su búsqueda de ayuda, sintiéndose tocado y entendido en una necesidad profunda cuando Samantha recupera para él su bicicleta, toma la iniciativa de pedirle a ella que se ofrezca para que él pueda visitarla los fines de semana. Cyril aprecia un acto empático y bondadoso hacia él, identifica alguien que puede ser una presencia buena en su vida, se anima a abrirse a un nuevo vínculo, ¿será el vínculo con la figura materna más confiable? Su necesidad de ser cuidado y amado está viva. Sabemos de niños que llegan a consulta en un estado emocional grave: niños que sólo duermen en sesión, o que están como congelados sin moverse y menos aún jugar; ni qué decir de niños con mutismo selectivo que no logran formular una demanda o deseo.
Dice Winnicott “el niño (deprivado) que puede beneficiarse con un simple cambio ambiental comienza a mejorar, y a medida que ello ocurre se vuelve más capaz de experimentar rabia por la deprivación pasada… Y reclama al medio ambiente con la esperanza de que el medio le responda”. Wendy Ramos dirá algo semejante, aunque se refiera más a lo consciente, de una manera muy sencilla “el amor me anima, claro que sí, me alienta y me muestra el camino, pero la rabia me pone la gasolina para avanzar con fuerza y seguridad hacia lo que creo que debe cambiar en el mundo”.
Con el cambio ambiental, es decir ese vínculo de cariño y confianza construido entre Samantha y Cyril, este último sentirá esperanza expresada en su tendencia antisocial. Y me animo a describir a Cyril como un niño deprivado (y no privado), es decir, parece tener internamente algo bueno que siente que le ha sido arrebatado, pues esa capacidad suya para buscar un objeto bueno en su vida, para mantenerse activo, para abrirse hacia un nuevo vínculo, querer y dejarse querer sólo son posibles si se ha construido internamente un objeto bueno.
Cyril es invitado a integrarse a un grupo de niños de su edad, está frente a la posibilidad de desarrollar las tareas propias de su edad: la amistad, el juego, la competencia. Pero se desvía de este camino y se integra a un grupo de pandilleros. Aún no está listo para entrar de lleno a las tareas propias de la niñez, todavía necesita atender sus heridas. En el simulacro de robo que el líder de la pandilla y los pandilleros montan a Cyril para captarlo e integrar su grupo, su bicicleta quedó dañada. La bicicleta no puede andar, tiene un clavo metido en la llanta que necesita repararse: el corazón de Cyril aún tiene heridas que cerrar.
Hay una rabia que necesita expresarse (en el robo planeado curiosamente la idea es atacar a un padre), hay un pedido al medio ambiente de ser restituido de aquello de lo que fue deprivado: al dejar el dinero robado tirado en el piso se demuestra que no es el dinero lo que Cyril desea obtener, está movido básicamente por la ilusión de encontrar en el líder pandillero una figura paterna sustituta o en un último intento y a través del dinero, de recuperar a su padre real, su aceptación, su estima y acogimiento.
Cyril no pide ayuda a Samantha, recurre al pandillero y no a ella. Samantha se desconcierta, le pregunta “¿pero por qué no me llamaste, acaso no pensaste que yo podría estar preocupada, crees que yo no podría ayudarte?”. Cyril, repitiendo con Samantha lo que su padre le hace a él, la rechaza “no quiero vivir contigo”, la ataca, le corta el brazo, se escapa. Por su lado, Samantha expresa su ambivalencia “si quieres irte entonces hazlo”, toma el teléfono, por segundos uno puede imaginar que ella pedirá que lo alejen de su lado.
Pero tanto el padre real como su posible figura sustituta, el líder pandillero, le fallan y lo abandonan: “lárgate, si dices algo de mí, te mato” “desaparece, no te quiero ver por aquí”, quedando Cyril completamente abandonado y con toda la responsabilidad. En medio de la noche, vemos por largos y dolorosos segundos a Cyril pedaleando su bicicleta por las calles completamente solo, mientras uno se pregunta ¿hacia dónde se dirige, hacia quién?.
Es una prueba muy dura, extremadamente difícil pero decisiva para el vínculo entre Samantha y Cyril, que ambos sobrevivan al odio que los atraviesa. Samantha no actuó ni el odio ni la desesperación que Cyril despertó en ella alejándolo de su lado, por el contrario, lo espera, lo recibe, lo perdona y acepta adoptarlo. Samantha sobrevivió al odio de Cyril.
Samantha le enseña a Cyril que deben responder ante La Ley (ella asume pagar los gastos ocasionados por el robo y el ataque perpetrado por Cyril). Cyril reconoce su culpa y parece consciente de los daños y perjuicios que ha ocasionado. Acompañado por Samantha ha transitado desde un padre real, a un padre sustituto para quedar establecido un reconocimiento a La Ley o el lugar del tercero, ¿del Padre Simbólico? Debe seguir la ley, hacerse responsable de sus actos a diferencia de su padre real y el líder pandillero que transgreden la ley social y legal.
Sin embargo, me parece que el director se encarga de advertirnos que no caigamos en sentimentalismos fáciles, los sentimentalismos son una negación del odio. Superar esta fase de odio frente a la tendencia antisocial en los niños es extra-ordinario, excepcional diría yo, se requiere una alta dosis de conciencia del propio odio, de paciencia, tolerancia y confianza. Lo usual es que reaccionemos con agresión, venganza y hasta con deseos de eliminación. (Los psicoterapeutas y analistas de niños podemos ser testigos de las duras historias de vida de niños perturbadores y agresivos y de lo difícil que resulta atenderlos). Y esto es lo que se escenifica cuando el niño víctima del robo y ataque de Cyril, lo persigue y lo ataca hasta dejarlo inconsciente. El padre de este niño se confabula con su hijo para ocultar este ataque. Podemos actuar nuestro odio hacia los niños difíciles condenándolos al rechazo, al abandono o incluso deseando eliminarlos, es decir, dejándolos fuera del sistema social. Muchos de estos ya convertidos en adultos, repetirán ese mismo maltrato y abandono, como el líder pandillero, perpetuando así socialmente este ciclo de maltrato y abandono.
Cyril pudiendo defenderse y reclamar sus derechos ante el ataque sufrido, no lo hace. ¿Será una manera de expiar su culpa? ¿Necesita expiarla? ¿Lo necesita para sentirse limpio y listo para amar y retomar su marcha y dirigirse hacia una nueva vida? Nos dice Cyrulnik que cuando un padre abandona a su hijo, se revierte el orden natural esperado, los hijos dejan a los padres, no los padres a los hijos, “el auto inculparse, como es usual en estos casos, saca al niño de una posición pasiva y lo coloca en la posibilidad de sentirse mejor estableciendo relaciones de redención y expiación”.
Atravesada esta etapa de odio, culpa, expiación y reparación, la relación de confianza y amor se fortalece entre Samantha y Cyril, porque como dice Winnicott “si el paciente (niño) busca odio objetivo o justificado, debe ser capaz de encontrarlo, de lo contrario es imposible que se crea capaz de encontrar amor objetivo”.
Samantha y Cyril montando sus respectivas bicicletas pasean por la ribera del río rodeados de una luz y un colorido en la fotografía que diera la impresión de estar en primavera o verano brindando la naturaleza luminosa y el espacio abierto una metáfora de la relación entre ambos. Cyril no está pedaleando ni solo, ni desesperadamente como antes, esta vez está acompañado, paseando y disfrutando. Cyril ya no está aferrado a su bicicleta, puede tomar un nuevo objeto, intercambia su bicicleta con la de Samantha, cada uno puede estar en el lugar del otro. Ambos están unidos a la vez que diferenciados. Toman un descanso bajo el amparo de la sombra de un gran árbol, se respira otro aire; conversan, comparten y comen juntos y están abiertos a recibir invitados en casa, están abiertos a integrarse a una vida social más amplia.
Como última escena vemos a Cyril solo, manejando su bicicleta, cargando el carbón que se necesita para la parrillada (elemento que lo integra al calor y alimento de la vida familiar y social) y dirigiéndose camino a casa, a su nueva vida. Si bien los traumas no son un destino, tampoco sabemos qué derroteros podría tomar la subjetividad de Cyril ante la ausencia de su familia de origen, sólo sabemos que ahora cuenta con una nueva base suficientemente buena y segura a partir de la cual podrá intentar una nueva vida, seguirá su marcha, dueño de su propio andar… seguirá pedaleando…
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Referencias
Ramos, Wendy : Diario de una Vaca descarriada, Perú, Edit. Planeta, 2018.
Cyrulnik, Boris : El amor que nos cura, París, Edit. Gedisa, 2004.
Winnicott, D.W.: Deprivación y delincuencia, Traducción Argentina, Edit. Paidós, 1990
Winnicott, D.W.: Escritos de Pediatría y Psicoanálisis, Barcelona, Edit. Paidós, 1979.
2 respuestas
Esta genial el aporte. Saludos.
Totalmente de acuerdo, a mí también me ha gustado.