Autor(es): María del Carmen Raffo
Alberto, te conocí bastante… Maestro, supervisor y amigo. Luego de conocerte como maestro, te elegí como supervisor. Siempre con tu actitud sabia, tu explicación clara, tu reflexión clínica acertada y tu comprensión humana; a las que se sumaban tu picardía, humor y tus asociaciones libres con letras de valses, boleros y tangos. Me dabas instrumentos y palabras para entender lo que estaba pasando en el vínculo con mis pacientes, apoyándonos en mi contratransferencia, herramienta sensible y fina para acercarnos a la clínica y a uno mismo. Me beneficié con muchas de tus cualidades, habilidades y de esa libertad de tu mente ágil que le entraba a la clínica con matices musicales; que sabía comunicar su alegría cuando hacía planes para visitar a sus hijos en Irlanda, cuando tejía un nuevo proyecto, imaginaba un nuevo texto o algún viaje placentero. A veces te escuchaba carraspear un fastidio y aparecía ese niño que llevabas a flor de piel y que facilitaba el contacto afectivo con los demás. A veces serio, otras risueño y amigable, sincero y sencillo; carismático y muy querido.
A mi papá también le encantaban los tangos, y fue motivo de nuestros encuentros contigo y con Meche en los conciertos del Regatas. Ponías “alma, corazón y vida” en todo lo que emprendías y contagiabas tu vitalidad; y cuando era necesario, encontrabas esa disciplina, que te llevaba cada día a aliviar tus dolores lumbares en la piscina y en el gimnasio. Además de las supervisiones, nos encontramos más tarde en reuniones de la SPP y en congresos, encuentros siempre gratos.
Sobre tu vida académica hay mucho que decir. Conocemos de tus actividades en la década del 60, cuando siendo médico de planta del entonces Hospital Obrero de Lima, te incorporaste al equipo que lideraba el Dr. Carlos Alberto Seguín, iniciándote en experiencias grupales
A principios de los 70 siendo Decano de la Facultad de Psicología y Ciencias Sociales en la Universidad Garcilaso de la Vega, llevaste hacia esos claustros la orientación psicodinámica y la rigurosidad en la enseñanza que te conocimos.
Combinaste hábilmente el trabajo institucional, la docencia y la consulta privada de Psiquiatría y Psicoterapia por más de una década. Los que te recuerdan en esos años, no olvidan las gruesas monturas de carey y la pipa humeante y aromática que te acompañaban. En 1974 ya tenías una carrera promisoria en rumbo, y una familia constituida pero, «tomado» por el Psicoanálisis, como solías decir, decidiste viajar en busca de formación en el Instituto Psicoanalítico de Buenos Aires. Siempre contaste con el apoyo entusiasta de Meche, tu esposa, quien junto con tus hijos se trasladaron para acompañarte en esa nueva aventura.
Allá, tu trabajo de docente continuó hasta 1981. Siendo todavía candidato participaste en las actividades del Centro de Investigación en Medicina Psicosomática; enseñaste Psicopatología y Técnica en la Escuela de Psicoterapia y, luego de unos años, Orientación Psicológica en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Más adelante, ya analista adherente en la APA, compartiste los Seminarios sobre Narcisismo y sobre Técnica (con Resnikoff y Cesio respectivamente)
Te hemos conocido como un hombre activo y lleno de iniciativas. Y estas características marcaron tu presencia desde tu llegada a Buenos Aires. Trabajaste como psiquiatra y psicoterapeuta en la Clínica Gradiva, y luego, casi hasta tu regreso, en el Sanatorio de la Asociación Obrera Textil. En ese Sanatorio fuiste gestor, fundador y organizador del Servicio de Psiquiatría, en el que las actividades van mucho más allá de las convencionales: observación de partos, de infantes, terapia grupal para los miembros del equipo. Una experiencia muy rica de la que aprovechan y disfrutan pacientes y equipo terapéutico.
Pero todas esas actividades no distrajeron tu formación como psicoanalista. Calificaste como miembro adherente en APA en el año 78, hasta lograr la membresía como titular, que obtuviste en 1981. Decides, entonces, regresar al Perú en ese año, siendo el primer analista titular en el país. Retomaste la práctica privada y participas, en esos años, en el entonces Grupo de Estudio, futura Sociedad Peruana de Psicoanálisis, de la que pasaste a ser Analista Didacta a mediados de los 80 y desde 1982 a enseñar en el Instituto Peruano de Psicoanálisis.
Tus múltiples intereses, son conocidos por todos, pero sabemos que tuviste por los Mitos, una especial predilección. A mediados de los 80 formas parte del grupo fundador del Seminario Interdisciplinario de Estudios Andinos (SIDEA), con intensa actividad de estudio y publicaciones. Además eres miembro de la Conferencia Permanente para el Estudio de los Mitos de la IPA, que en Lima reúne y convoca un grupo de personas interesadas en el enfoque psicoanalítico sobre este tema.
Tu participación organizando numerosos eventos científicos ha contribuido a darle a la SPP el realce que hoy tiene. Para hablar sólo de Lima, y sólo de algunos; El primer congreso de corpus teórico psicoanalítico en Perú en 1987; y en 1988 el primer evento también de la Asociación Psicoanalítica Peruana, de la que en ese entonces eras Presidente. Como Director Científico de FEPAL, y desde esta posición, organizaste el XX Congreso de FEPAL con sede en Lima.
Alberto nos has dejado abundantes escritos, artículos publicados la mayoría, inéditos algunos, que esperamos que se publiquen en un futuro próximo. Los congresos contaron siempre con un enriquecedor paper salido de tu pluma. La temática que abordaste ha sido variada, pero encontraste una mayor frecuencia en torno a la psicosis, las perversiones, la identidad, y también sobre los dinamismos en juego en situaciones institucionales y grupales.
El afán por la libertad de pensamiento, la democracia institucional, la vocación psicoanalítica y docente, han sido tus rasgos personales que determinaron la decisión de hacer una institución como la Escuela de Psicoterapia Psicoanalítica, en la que juntaron esfuerzos, experiencia e inquietudes sus fundadores, en 1983. Fuiste el primer Director de esta Escuela, cargo que ocupaste durante su primer lustro y al que vuelves en 1997. Todos tus alumnos recordaremos con gran cariño tus enseñanzas sobre Psicopatología y Técnica.
En épocas difíciles en el Perú, cuando formamos el CAPS (Centro de Atención Psicosocial) para atender a las personas afectadas por violencia política, formaste parte del grupo de psicoanalistas que nos acompañó, en las actividades voluntarias, para las que fuimos convocados por la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH); y al consolidarnos como ONG, te pedimos ser parte de nuestro Consejo Consultivo por varios años. Tu aporte siempre nos iluminó, ya que el Perú y sus problemas eran parte de ti.
Agradezco haber estado cerca y haber aprendido tantas cosas de ti. Cada vez que te pedía “auxilio”, allí estabas, y en tu voz, en tus conocimientos y experiencia, me llegaba la claridad y serenidad necesarias para continuar en esta tarea fascinante y difícil de psicoanalizar. En tus momentos de dolor fuiste extremadamente discreto y así lo respeté.
En Marzo de este año, en medio de supervisiones clínicas, me prestaste un libro, y al finalizar el mes te lo devolví. Fueron nuestros últimos encuentros. Recibí la noticia de tu partida en el Urubamba, en el Valle Sagrado, y el dolor me dejó mirando largo rato las montañas… elevé una oración a los Apus protectores y luego de un rato, una inmensa gratitud me invadió calmando mi pena. Pensé en tus aportes múltiples, tu interés por entender nuestros mitos andinos y nuestra historia, a la luz del psicoanálisis; la importancia que le diste a lo transgeneracional y su presencia en nuestra mente.
Gracias por tanto Alberto, maestro, supervisor y amigo. ¡Cómo no extrañarte!! Mi gratitud no es nueva para ti. No estuve en Lima para despedirte, pero encuentro a mi regreso esta manera.
Descansa en tus múltiples sueños, en nuestros afectos, en los enigmas que nos dejas, en las realidades y proyectos que construiste para compartir con tantos y con cada uno, de los que tuvimos la suerte y la decisión de tenerte cerca.
Subir al Ande
y aspirar el rocío de la cumbre,
y ver el suave rostro de la tarde
coger la menuda violeta
y escuchar la piante voz del ave.
Subir al Ande
y empaparte de raza
para sentir el soplo de la helada
la tela semiurdida de la niebla
donde la frágil semilla permanece.
M. A. Corcuera (Visión del Ande. De poemas del ayer lejano, 1940)
Nota: Agradezco a nuestra común amiga Martha Stornaiuolo por su aporte en el tema curricular.
María del Carmen Raffo, en colaboración con Martha Stornaiuolo.
Un comentario
Gracias Mari por traernos con tanta sensibilidad y cariño la presencia de Alberto.