¿Puede haber magia en el análisis?

Autor(es): Stefan Reich

A Joseph Newirth le gustan las historias.  Por eso se debe haber formado como psicoanalista: para escucharlas y para leerlas.  En el artículo Psychoanalysis Past, Present, and Future: Sherlock Holmes, Sir Lancelot, and the Wizard of Oz (Psychoanalytic Psychology, 2014), Newirth nos cuenta cómo tres historias de fantasía nos pueden ayudar a entender el psicoanálisis como un campo del conocimiento humano en constante cambio, en búsqueda de nuevos y originales paradigmas que alimenten nuestro pensamiento y entendimiento de los pacientes.

Me explico.  En el artículo, Newirth nos brinda un resumen de distintos modelos psicoanalíticos que han influenciado nuestro trabajo clínico y en el tipo de intervenciones de interpretaciones que le damos a los pacientes.  El primer paradigma es el modelo clásico, donde el análisis se daba de manera unidireccional.  El analista ofrecía interpretaciones acerca del funcionamiento del inconsciente del paciente y los temas propios del analista—lo que todos conocemos hoy como contra-transferencia- en los albores de la historia del movimiento no eran parte del proceso. El consultorio era percibido como un quirófano donde el analista—un cirujano experto en examinar la psique con el bisturí de las palabras y de las interpretaciones—hacía consciente lo inconsciente, enfrentándose la represión del paciente a colaborar.  Para Newirth la imagen de ese cirujano preciso, meticuloso, y fríamente racional es el detective Sherlock Holmes, un personaje decimonónico cuya lógica deductiva era capaz de develar los casos más complejos de los sufrimientos del alma.  Algo igual al proceso de investigación usado por el famoso detective de Sir Arthur Conan Doyle que develaba los crímenes más difíciles de la Inglaterra victoriana.

Newirth nos habla de un segundo paradigma psicoanalítico, que  tuvo mucho auge en Norteamérica: el análisis relacional.  Ante esta posición, el analista es un ser  imperfecto—acaso tan imperfecto como el paciente que tiene en frente (o echado)—y a quien solo puede “salvar” a partir de momentos puntuales brindándole una experiencia emocional reparadora siendo con él un  “objeto” diferente, discriminado de los objetos anteriores con los que el paciente ha convivido. Es en el vínculo presente en donde se intenta mejorar las semillas relacionales tempranas que son las que acarrean futuros sufrimientos.  El héroe  literario que se presta a emular esta función analítica es Sir Lancelot, el caballero imperfecto de las leyendas artúricas.

Pero Newirth nos invita a pensar en una posibilidad metafórica más: el analista como el Mago de Oz.  Este  personaje—que todos recordamos de la maravillosa película de los años 30 con Judy Garland—era en realidad un generador de ilusiones, un “trickster” que  generaba la esperanza e ilusión de poder brindarnos las soluciones que siempre las “tenemos  nosotros”.  Es así que  el espantapájaros descubre al final que siempre pudo  pensar, el hombre de lata que podía sentir, y el león la posibilidad de ser valiente. Sabemos que  la  simpática Dorothy también descubre que siempre tenía la opción de  regresar a Kansas con sus zapatitos de diamantes rojos.  El problema yacía en que no lo “sabían” y que tuvieron que “vivir” un viaje transformador—lleno de aventuras, angustias, riesgos, y teniendo, sobretodo, el valor para enfrentarse a brujas y demonios voladores internos—para finalmente darse cuenta de ello.

Para Newirth en el análisis ocurre algo similar: las respuestas siempre están en nosotros, pero recurrimos al analista -tal como los personajes de la película recurrieron al famoso mago -para que sea él o ella quien nos otorgue las respuestas.  Pero cuando la cortina se corre y nos damos cuenta de que estamos ante un ser que no tiene las respuestas, nos enojamos, nos sentimos embaucados, y sentimos que todo ha sido una farsa.

No importa.  Porque en realidad no hay tal engaño; lo importante es hacer ese viaje “mágico” llamado psicoanálisis y donde solamente a través de la experiencia se da la mejoría del paciente.  Y esa es la función del analista/mago: el facilitador de ese viaje que nos permite ir encontrando respuestas y que nos permite generar nuevas preguntas para vivir la vida de una manera más plena e integrada.  Para Newirth este tercer paradigma es el que él llama transformacional, porque es el que realmente nos saca de la orfandad de la realidad externa y el que nos ayuda a darle significado y simbolismo a la experiencia subjetiva.

¿Pueden estos tres modelos convivir en un mismo proceso analítico?  Newirth  sugiere que sí. El análisis es una experiencia lo suficientemente flexible como para alternar esos modelos, permitiéndonos además hacer un uso mas especifico de un modelo determinado para cada paciente,  o para cada momento por el que el paciente este atravesando.

Newirth nutre el artículo con un caso clínico en el que una paciente, consumida por la depresión, la duda, sus dificultades como madre y como académica, le cuenta al analista acerca de una fantasía atípica: comprarse un pene con correa (“stap-on”) y caminar con él debajo de la ropa para ver qué se siente tener un falo.  Newirth no sucumbe a lo que sería una interpretación cliché analítica: la envidia del pene.  Tampoco usa una interpretación relacional, donde el analista podría sugerir que esta fantasía tiene que ver con la dinámica transferencia-contratransferencia y ante la cual el analista podría compartir asociaciones contratrensferenciales para ayudar a la paciente a mejorar.   Newirth prefiere “jugar” con la idea de la paciente y explorar con ella lo que sería vivir con ese pene debajo de la ropa.  Newirth se apoya en un postulado lacaniano que distingue entre lo concreto (“el pene”), para situarse en la elaboración simbólica (“el falo”).  Lo que él resalta es el aporte lúdico, elaborativo y de ¨reverie¨ del analista/mago y que es capaz de facilitar la creación de ilusiones genuinas permitiendo un proceso transformador. El analista se sostiene en la confianza y en la sabiduría que le ha dado su propio viaje personal e integrador durante su análisis didáctico. Y es así que la  paciente–acompañada por su analista–se permite explorar el simbolismo de su fantasía y usa el análisis, como el camino de adoquines amarillo del Mago de Oz, para llegar a conocerse más y para perder el temor a explorar su mundo interno.

¿Seremos pues en el fondo los analistas generadores de ilusiones y facilitadores de viajes transformacionales, desde nuestros de nuestros mundos privados y donde también existen inseguridades, dudas, e incertidumbre?  Claro que sí.  Y tal vez, si nos permitimos aceptar esos aspectos con los que convivimos como analistas podremos seguir “jugando” en el análisis y permitir que nuestro reverie haga que el viaje que facilitamos en los pacientes esté colmado de ilusión, magia, y de capacidad transformativa.

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SPP Blog

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