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Hay momentos en los que la realidad parece superar nuestras pesadillas.
Desde que apareció el virus y su amenaza te preocupaste especialmente pensando en que esa persona querida podía contagiarse, enfermar y morir.
Toda esa angustia, tus esfuerzos porque reciba atención, tus horas expectantes esperando noticias, tus ruegos porque mejore y esas ganas de estar a su lado ya parecen ahora lejanas….
La noticia de su partida:
Nuestra mente se niega a aceptar algo tan doloroso y nos aferramos a la idea de que “eso” no ha ocurrido. Incluso no le queremos llamar por su nombre, la muerte.
Cuando el impacto es muy fuerte para tu mente, el cuerpo se encarga de registrarlo.
La partida definitiva de un ser querido nos causa mucho dolor siempre, pero se hace más difícil cuando es intempestiva o en situaciones de crisis como la pandemia. Como si nos arrancara una parte de nosotros mismos.
Preguntas que aparecen en tu mente:
Tal vez te preguntes en tono de reproche: ¿Qué dejé de hacer? ¿Y si hubiera hecho tal cosa? ¿Y si me hubiera dado cuenta antes?…
Esas preguntas son intentos de cerrarle paso a la muerte, querer retroceder en el tiempo para que otro sea el final de la historia.
Esos “si hubiera…” quieren protegernos de esa sensación de derrota aplastante, de esa enorme impotencia.
Si murió lejos de ti, lejos de casa:
Sentirás que no pudiste despedirte. Te hubiera gustado estar a su lado, cuidarlo y acompañarlo a partir.
Ese es uno de los rasgos más terribles de esta pandemia: nos separa, impone distancia.
Sin despedida?
Te habría reconfortado un poco llorar su partida en un abrazo con toda la familia y los amigos, sentir el consuelo de su presencia cálida, sus palabras y miradas cariñosas.
Esta pandemia, además de miedo, trae mucha soledad porque no podemos juntarnos para despedir a quien fallece y compartir así nuestro dolor.
La pandemia convierte a nuestros difuntos en un número más entre miles. Es necesario rescatar su memoria afirmando que es único y especial.
Los ritos de despedida nos pueden ayudar a que todo lo que vivimos alrededor de la muerte de alguien querido se integre dentro de nosotros.
Pasarán los días…
Y tal vez la angustia y el desconcierto cedan paso a una honda tristeza y te veas con ánimo decaído.
O quizás sientas cólera y estés de mal humor, pensando en ¿por qué a ti?, o dirigiendo tu rabia hacia otros. Acaso hasta sientas que, al partir, esa persona querida te ha abandonado. Y luego te culpes por pensar eso.
Son señales de que un “trabajo de duelo” ha empezado dentro de ti y comienza con aceptar que tu ser querido ya no está.
Esto es muy exigente para tu mente, por eso se llama Trabajo de duelo. Sobrevienen diversos sentimientos y pensamientos, a veces en desorden.
Será más fácil si han tenido una buena relación. El resentimiento, en cambio, hace el camino más difícil.
Cada persona tiene su propia forma de enfrentar la pérdida.